«El Zar de Asturias fue una de las muchas formas, sin duda la más afortunada y no menos cruel, de todas las que utilizara Clarín para referirse a Alejandro Pidal, su eterno enemigo. Tan solo en ?Palique electoral? (La Unión, 26-4-1879) le llama Sr. Alejandro Pidal, Sr. D. Alejandrito, Alejandro, Pidal, además de incluirlo en el genérico los Pidales. Luego, será Pidalejo, Pidalito, Pidalín, Pidal junior o longior. En un único párrafo de otro ?Palique? (Madrid Cómico, 21-2-1891), escribe: ?Y en eso estábamos cuando (...) quos ego, quiero decir, cuando se presenta el Neptuno en bable, el Júpiter Tronante (Tronante, señores cajistas, cuidado) de Pravia y de Piloña, el gran aguador de todas las fiestas de la libertad asturiana, el Barba Azul de montera picona, el hijo de Filipo José Pidal, o sea, Alejandro Mínimo, Alejandro el Barbudo, Perico el Ermitaño, iniciador de la cruzada contra los Torenistas, en fin, el discípulo de Aristóteles cardenalino, el hermano segundo y adocenado del marqués de Pidal?.»
Alejandro Pidal y Mon (1846-1913) nació en Madrid, pero nunca olvidó sus orígenes asturianos. En Asturias obtenía los votos, sin reparar en medios (era conocido por el Gran Cacique), para ejercer el poder aquí y en Madrid. Alejandro Pidal lo fue todo en Asturias y no fue menos en la capital del reino, tanto en la política como en la cultura y sobre todo en la Iglesia, al frente siempre de los sectores más reaccionarios y como privilegiado portavoz de los intereses del Vaticano en España.
En El Zar de Asturias se cuenta su dilatada y disparatada peripecia política, en la que estuvo acompañado por su hermano Luis Pidal, por su primogénito Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, y ocasionalmente por su tío, el hacendista Alejandro Mon, siguiendo los pasos de su padre, Pedro José Pidal y Carniado, con una biografía política y vital no menos intensa. Esta es la primera biografía de Alejandro Pidal y, por extensión, de los Pidales, un apellido fundamental en la historia de Asturias y de España.