La contemplación de una montaña cuyas nevadas cimas se yerguen sobre las nubes, la descripción de una violenta tempestad o la representación pictórica del infierno por Milton, agradan, al tiempo que producen terror; en cambio, la visión de campiñas floridas, valles con arroyos serpenteantes, cubiertos de rebaños pastando; la descripción del Elíseo o la pintura del cinturón de Venus en Homero, proporcionan asimismo una sensación agradable, aunque más alegre y risueña. Para que aquella impresión arraigue en nosotros con la adecuada intensidad, hemos de tener un sentimiento de lo sublime; para disfrutar convenientemente de la segunda, es preciso poseer el sentimiento de lo bello. Nos encontramos ante un texto fundamental del filósofo Immanuel Kant, en el que nos ofrece, con una prosa clara y concisa, y de un modo didáctico y clarificador, una aguda reflexión sobre la sublimación intelectual, la trascendencia y lo sencillamente bello. Un ensayo de gran calado metafísico, pero que esgrime en cada una de sus páginas una rotunda contundencia y una hermosa simplicidad estética. Nos hallamos, probablemente, ante la obra más accesible del gran pensador, y sin duda Lo bello y lo sublime representa una buena oportunidad para iniciarse en la filosofía kantiana, un texto con el que descubriremos el pensamiento de su autor y caminaremos por esa inefable frontera que palpita entre lo bello y lo sublime. immanuel kant nació en 1724, en Königsberg, y fue bautizado como Emanuel, pero cambió su nombre a Immanuel tras estudiar hebreo. Creció en el seno de una familia religiosa que le dio una educación estricta y disciplinada. En 1749 publica su primer libro, y en 1755 llega a ser profesor universitario, impartiendo clases de metafísica. Algunos de sus opúsculos y libros tuvieron cierta relevancia, y cuando publicó Lo bello y lo sublime (1764) era un autor con cierto renombre. Tras un silencio de once años, en 1781 publica Crítica de la razón pura, considerada como una de las piezas fundamentales de la filosofía occidental. Kant desarrolla en sus obras un pensamiento muy elaborado, nebuloso y complejo, ocupándose de un mundo fenoménico, incapaz de descalificar y contactar con las cosas en sí mismas, sean las del mundo, las de Dios o las del alma Murió a la edad de ochenta años, a las once de la noche del domingo 12 de febrero de 1804, en Königsberg, murmurando la palabra «Genug», que viene a significar algo similar a Suficiente! o Basta!