El Templo de Jerusalén fue destrozado en el año 586 a.C., por orden del rey babilónico Nabucodonosor y, más tarde, reconstruido, para, finalmente, ser destruido, en el año 70, por las legiones romanas, bajo las órdenes de Tito. Conservándose, hoy en día, en el imaginativo popular como monumento simbólico del judaísmo, y sus vestigios arquitectónicos como símbolo de peregrinación. En este sentido, la propuesta poética de Idriss Kaffouf Ferrandis se centra en acercar al lector a varios de los capítulos bíblicos más trágicos, como fruto de la ruina absoluta de la religión, pero desde una perspectiva personal y actualizada. En sentido metafórico, cada poema corresponde a un fragmento de ese Templo de Jerusalén destrozado , que, poéticamente hablando, es lo que queda, los retazos. «Convoco a Jerusalén, si sólo me queda el ahora, para que arrojemos nuestros mantos al suelo, para recibirte, nuestro Mesías, por última vez en la vida, como símbolo de poesía», escribe Idriss Kaffouf en uno de los textos que contiene este libro. Versos que cobrarán especial protagonismo para el lector, pues sintetizan el sentido de este poemario.