Dice Jünger sobre el bar de Servando: “Ni una sola religión ha descendido a tales profundidades”.
Nadie ha ascendido a las alturas poéticas como Sergio Mayor. Mete en el crisol de la tradición, desde el bar de Servando, el oro de todos los tiempos. Familiarizado con lo clásico y lo popular, fragua aleaciones mágicas mezclando a Los Ramones, a Marco Aurelio, Blake,?Verlaine, Dante, Wittgenstein, las Brönte, Talkings Heads, Bach...
Mayor es la voz arrolladora de un bebedor rebosante de cultura que dispendia hallazgos perturbadores. Libre, soberbiamente humilde, reo gustoso ante sus verdugos, azote de aduladores, utiliza su vida real y ficticia, su alucinante bajage, su devoción por el prójimo y su arte, para ametrallarnos con una visión marginal y alcoholizada de las cosas. Eremita, “señor de las iglesias y de los burdeles”, Mayor comparte recuerdos, detalla sus días, medita con brutal lucidez y lirismo sobre un mundo impío que es capaz de talar el bosque de Walden.
Nos encontramos ante una obra que evidencia una audacia literaria sin parangón y quizá merece ser acreedora de la paternidad de un nuevo género. La poesía fulminante, la osadía crítica, la confesión diabólica lo inspiran: “Sócrates parece Carver”.