Vivir distinto está concebido como un conjunto de poemas, aparentemente distantes, a modo de piezas de un puzzle. Cada pieza es una percepción, una instantánea percibida en un «momento preciso», decía Henri Cartier-Bresson, en el que tras un largo observar aparece ese instante en que confluye percepción, emoción y visión poética.
Decía Julio Cortázar que la poesía era una «coincidencia» entre sensibilidad e inteligencia, con reglas que no se cumplen del todo, dando lugar a una excepción. Cada poeta crea un mundo interior con sus vivencias, experiencias, modo de interpretar el mundo y apariciones.
La poesía surge de la necesidad de expresión, mostrando aquello que solo puede ser vivido en soledad, pero desde un «aislamiento comunicable» (María Zambrano).
Formalmente, los poemas tienen cinco o seis versos de arte menor, lo que obliga a una mayor concreción para expresar ese momento; no puede haber una narración detallada sino una concisión, en la que todo lo accesorio deba ser eliminado, hasta sustraer la esencia del dolor de la existencia, del fenómeno sensible, del temblor ante la vida.
«Yo creía que quería ser poeta, pero en el fondo quería ser poema» (Jaime Gil de Biedma).
Temáticamente oscuro, desalentado, doloroso, pero dejando una grieta para que entre la luz, o para que escape el espíritu, de ese cuenco que es el mundo interior.
«Me he buscado en la luz, en el mar, en el viento» (Sophia de Mello Breyner Andresen).